La sarcoidosis es una enfermedad multisistémica de origen desconocido, caracterizada por la aparición de granulomas epitelioides no caseificantes en diferentes órganos del cuerpo, fundamentalmente el pulmón, la piel, el hueso y los ojos. La piel se afecta en un 20-30% de los pacientes con sarcoidosis sistémica. Las lesiones cutáneas son de tono amarillento o violáceo intenso, observándose típicamente la existencia de nódulos individuales amarillo-grisáceos a la vitropresión. El eritema nudoso es considerado la lesión cutánea no específica más frecuente de la sarcoidosis, mientras que las lesiones papulosas son la manifestación cutánea específica de la sarcoidosis más frecuente, particularmente en la raza negra. Existen también un conjunto de manifestaciones inusuales y atípicas, como las formas eritrodérmicas, ulceradas, ictiosiformes, liquenoides, verrugosas, hipopigmentadas, psoriasiformes y pseudotumorales. Desde el punto de vista anatomopatológico, en la dermis aparecen acúmulos circunscritos de células epitelioides, entre las que se intercalan algunas células gigantes multinucleadas de tipo Langhans con inclusiones citoplasmáticas (Cuerpos condroides o de Schaumann y corpúsculos asteroides). Los tubérculos se hallan rodeados por un escaso número de células linfocitarias, motivo por el cual se habla de "granulomas desnudos", y se encuentran inmersos en una trama reticulínica bien desarrollada, que determina la separación entre ellos por finas bandas de colágeno. Cuando se determina la existencia de cualquier forma clínica de sarcoidosis cutánea, es imprescindible realizar las exploraciones complementarias necesarias para descartar afectación sistémica, incluyendo, al menos, calcemia y calcio urinario, niveles de enzima convertidora de la angiotensina, radiografía de tórax, pruebas de función pulmonar, test de la tuberculina (anergia cutánea) y examen ocular. En los casos en los que no se demuestre afectación sistémica, es conveniente revisar al paciente durante un largo periodo de tiempo tras el diagnóstico, ya que la enfermedad puede manifestarse de manera tardía. El pronóstico depende de la extensión y severidad de la afectación sistémica. En la piel, el curso suele ser prolongado, sobre todo en las formas crónicas, pero su aparición no parece tener ningún significado pronóstico. El tratamiento en las formas de curso no progresivo y sin afectación de órganos vitales, se debe adoptar una actitud expectante. En los casos desfigurantes, se han ensayado los corticoides orales, intralesionales y tópicos, con resultados irregulares, como ocurre con el metotrexate, la talidomida y el alopurinol.
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